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1.13.2014

Vilariño, una fotografía con gran carga                                                           sentimental y poética

Quizás una de las exposiciones de fotografía con mayor carga emotiva y melancolía que Madrid, este año recibe, es la de Manuel Vilariño (A Coruña, 1952), Premio nacional 2007, y encargando de sorprender al público con su puesta en escena titulada “Seda de Caballo”.
 El poético aire de ausencia que alude las piezas del artista, nos cautiva y traslada, a un mundo donde la sutileza, el ingenio y el gusto por representar el verso de Gamoneda, es la esencia pura de la vida. Los animales muertos, atrapados en un mundo de agonía y desconsuelo, hasta el paisaje desolador de las playas y acantilados, desprenden una carga de emotividad que resulta inquietante a simple vista.

El despertar 1, 2001


La exposición llevada a cabo en un espacio como la Tabacalera, parece encajar a la perfección con la intencionalidad del que el artista transmite con sus imágenes. Esta retrospectiva, comisariada por Fernando Castro Flórez, se instala desde el 13 de septiembre hasta el 24 de noviembre. No dejando paso a ningún espacio vacío gracias al gran trabajo imaginativo del artista, que se compromete con el espectador dando un toque de singularidad en su puesta en escena.
El espectador empieza su recorrido atravesando esos pasillos sombríos propios de una edificación de fábrica abandonada. A medida que avanza se encuentra con una sucesión de retratos de pájaros a blanco y negro, seguido de animales ahorcados y resto de frutas, que envuelven los temas con una estética propia del artista. En el que, la melancolía y la muerte se encuentran muy presentes. Seguimos el recorrido, y el fotógrafo nos muestra animales oscuros, algunos de los cuales son una sombra fría, como el “Abada”, 2010: una obra sobre aluminio. Se trata de una sombre a de un rinoceronte con un trasfondo inmensamente trágico. “Vivimos entre la cacería y el juego del escondite, deseamos la presa aunque al final lo que aparezca sea tan sólo una sombra. Estamos, inevitablemente, arrojados a la existencia entre el hueco y la sombra”. “El despertar 1”, 2001 o “Paraíso Fragmentado”, 1999-2003, son otras de sus obras más conocidas, también expuestas en este espacio.
Resulta algo trágico, incluso impactante, pensar en el sacrificio de un ser vivo o el paso del tiempo y la muerte. Para Manuel Vilariño es algo natural. Él, encuentra en la naturaleza muerta esa sutil belleza. La belleza que surge casi accidentalmente, en un mundo, que ha perdido su interés por algo que es propiamente invisible. Vilariño habla de una “nostalgia de la belleza”, que le obliga a mantenerse en convivencia con la muerte, en una rara dimensión de felicidad infinita. Fotografías como: “Al despertar”, 2011 o “Anochecer en el confín”, 1999. Son unos ejemplos claros de lo que pretende transmitir el artista. Esa inmensa pero a la vez invisible naturaleza muerta, que está presente en cada día de nuestras vidas pero que nosotros ignoramos. Ese espacio vacío, caracterizado por una gran intensidad poética.
El color es una de las características más importantes. Esa intensidad de luz y colores vivos para representar la muerte, nos sorprende en cada una de las fotografías. Intensifica la textura de los alimentos, el naranja deslúmbrate de la llama o el rojo que contrasta con el esqueleto de un animal muerto “Cruz de la luz partida”, 1999. El contraste de color, como recurso imprescindible en las figuras representadas de Vilariño.
La exposición exhibe también, dos instalaciones. Al principio de todo, una montaña de tamaño medio, hecha al parecer por pigmentos anaranjados y visibles desde la semioscuridad, con una luz que proviene desde el lado superior del edificio. La otra, se encuentra a mitad de la exposición y, consiste en una esfera de pelo de caballo, de colores tales como: negro, blanco y marrón. También se puede apreciar, con una luz casi tenue y poco precisa. Es en ese instante donde sí levantas la mirada, encontramos también las diapositivas los poemas de Gamoneda, hermosa y triste a la vez. Todo esto evoca a la tranquilidad por el sonido de una ballena que acompaña esta exposición.
Pero en cuanto a “Seda del caballo”, es algo paradójico y habrá que encontrar un significado oculto. Unas veces extrañ,o pero dulce e inocente a la vez. Así nos impulsa a más de uno a descubrir lo que intenta mostrar a su público este artista. Para ver lo que sucede y saber la necesidad que llevó a Vilariño a realizar esta obra digna de un artista de tal categoría.


FICHA TÉCNICA Qué: Manuel Vilariño “Seda de Caballo”
Dónde: Tabacalera, Espacio Promoción del Arte C/ Embajadores, 51. Madrid
Hasta cuándo: desde 13 de septiembre a 24 de noviembre
Horario: Martes a Viernes: 12.00h a 20.00h / Sábados y Domingos: 11.00h a 20.00h/ Lunes cerrado Precio: Entrada Gratuita

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